lunes, 9 de mayo de 2011

Características generales del Realismo europeo

1. Contexto sociohistórico
La revolución de 1848 da paso a una época de expansión demográfica y gran desarrollo industrial y comercial: el desarrollo tecnológico con nuevos inventos (telégrafo, teléfono, barcos de vapor, acero, aspirina…), la aparición de un sistema financiero basado en la bolsa, la industrialización, la expansión del colonialismo europeo en busca de nuevas materias primas, son fenómenos que hablan del afianzamiento del poder de la burguesía. Sin embargo, nuevas tensiones políticas y sociales se anuncian con la lucha del proletariado y la lucha de las organizaciones obreras en la segunda mitad de siglo: en 1848 se publica el Manifiesto comunista, en 1864 se forma la Primera Internacional.
El positivismo representado por Auguste Comte será la filosofía de este nuevo momento: rechaza la especulación metafísica o idealista y defiende la necesidad de investigar objetivamente los hechos observables . Su referencia son las ciencias experimentales que están en pleno auge: Darwin (El origen de las especies, 1859), Mendel, el desarrollo de la fisiología, de la sociología o de la psicología, son ejemplos de ese auge científico que acompaña al nuevo pensamiento positivista en una realidad de desarrollo y afianzamiento burgués.
Entre las ideologías que nutren el rechazo a las nuevas formas de explotación burguesa, además de la continuación del socialismo utópico y del anarquismo, encontramos el marxismo (el primer volumen de El Capital se publica en 1867), que propone un programa de acción revolucionaria basado en el análisis materialista histórico de la realidad.
2. El realismo literario
Hacia 1850 se puede dar por acabado el romanticismo europeo (aunque en España sus frutos más interesantes se dan en la segunda mitad de siglo, con Bécquer y Rosalía de Castro) y entre 1830 y 1860 se produce una revolución estética en Europa, el Realismo, que domina la segunda mitad de siglo. En 1850 el pintor Gustave Courbet expone sus cuadros con el título Le Réalisme, y en 1857 el escritor Champfleury afirma: “El Realismo pretende la reproducción exacta, completa, sincera del ambiente social y de la época en que vivimos”.
Tampoco está de más recordar la afirmación que Stendhal escribe en el prólogo a su novela El rojo y el negro:
«Una novela es un espejo que se pasea por un ancho camino. Tan pronto refleja el azul del cielo ante nuestros ojos, como el barro de los barrizales que hay en el camino. ¡Y el hombre que lleva el espejo en el cuévano será acusado por ustedes de ser inmoral! Más justo sería acusar al largo camino donde está el barrizal y, más aún, al inspector de caminos que deja el agua estancada y que se formen los barrizales».
Esta pretensión de reproducir la realidad contemporánea y de que la burguesía se reconozca como objeto estético se opone a la estética romántica en varios aspectos, pero hay que reconocer que el gusto romántico por lo local y costumbrista, su tendencia al detallismo descriptivo o su ambientación de los hechos históricos, en el pasado para los  románticos, en el presente o en el pasado cercano para los realistas, son deudas del nuevo movimiento con el que lo precede y con el que convive en unos años.
Como rasgos del realismo literario señalemos los siguientes:
a. Análisis científico de la realidad: los novelistas pretenden imitar el modelo científico de observación, por lo que la imaginación de los románticos se ve sustituida por la documentación rigurosa.
b. Verosimilitud de los argumentos: los personajes y sus conflictos son verosímiles, creíbles, y se desarrollan en ambientes reconocibles.
c. Atención a la realidad inmediata y análisis del medio social
d. Se abandona lo sentimental y el tono melodramático por el análisis psicológico complejo de los personajes.
e. El lenguaje de los personajes refleja su condición social y cultural, y se busca la precisión y la claridad.
La novela será el género por excelencia de la estética realista, pues permite crear mundos complejos y verosímiles, pero conviene recordar que El Quijote será un antecedente fundamental en la conformación del realismo y de la novela en cuanto género moderno pues no formaba parte de la preceptiva clásica: la atención a personajes de diversa condición social, que emplean el lenguaje que les es propio, la ilusión de realidad que pasa a ser objetivo del arte y es una realidad contemporánea y reconocible; junto a estos rasgos, que están en la literatura clásica española, en el Quijote se suma la figura de un personaje heterodoxo, loco, emblema de la enfermedad del “quijotismo”, que encontraremos en el “bovarysmo” de Emma, el idealismo romántico de Ana Ozores o en el príncipe Mishkin.
A partir de 1871 se desarrolla en Francia la escuela naturalista. Su creador, Émile Zola, defiende que la novela debe pasar de la mera observación de la realidad a la experimentación, entendiendo esta al modo científico, como la capacidad del novelista para interpretarla de acuerdo con su enfoque determinista según el cual el medio social y los condicionante biológicos determinan el comportamiento de los individuos. El naturalismo se suma al realismo, del que no
es fácil distinguirlo, aportando un mayor interés por los problemas sociales, por las enfermedades mentales y hereditarias y por los personajes marginales, así como un mayor atención a la observación y a la documentación. En España, Clarín incorpora rasgos naturalistas a su producción, por eso se habla de realismo-naturalismo. Hacia 1890 la novela europea tiende a apartarse del realismo y del naturalismo.
3. Características de la novela realista
La novela en cuanto género, con los antecedentes ya señalados, queda establecida en esta segunda mitad del XIX, y no solo en cuanto a sus características técnicas, sino también por el hecho del aumento de lectores (se incrementa la burguesía urbana, con mayor tasa de alfabetización y con mayor tiempo para la lectura) y de la difusión, siendo el periódico un medio usual y masivo de publicación por entregas.
Características de la novela realista:
a. Reproducción de la vida real y contemporánea, fundamentalmente urbana, (o del pasado inmediato), de acuerdo con el principio de verosimilitud, evitándose la pretensión moralizadora inmediata, la deriva fantástica o irreal de los argumentos y la ambientación en tiempos pretéritos y espacios lejanos
b. Profundización en el análisis de los grupos y clases sociales, con el conflicto entre los individuos y la sociedad como motor de muchos argumentos narrativos.
c. Pintura de los ambientes sociales característicos, en especial de los urbanos: la ciudad de provincias, las tertulias, el taller, el paseo, el casino…
d. Profundización en el análisis psicológico de los personajes, atendiendo a sus conflictos, a su conducta, a su interioridad.
e. Intención crítica del autor para quien la reproducción de la realidad sirve para reflejar los aspectos más negativos del funcionamiento social.
f. La voz narrativa dominante es la tercera persona con perspectiva omnisciente: interviene, a veces bajo una primera persona signo del autor implícito para enjuiciar o para hacer anticipaciones o retrospecciones. Sin embargo,
Flaubert (y otros autores como Clarín, o los naturalistas) reconoció la contradicción entre la omnisciencia de la voz narrativa y el proyecto realista de reflejar la realidad y abogó por lo que denominó impersonalidad
narrativa: trata de evitar esas intromisiones del narrador subrayando la narración otras perspectivas narrativas, como la objetiva y la visión desde o de cámara subjetiva.
g. El uso del estilo indirecto libre es una manifestación de la impersonalidad narrativa, por cuanto permite a la voz en
3ª persona manifestar el estado de conciencia del personaje sin intromisión de la omnisciencia. Los pensamientos más secretos del personaje, el flujo íntimo de su conciencia, se manifiestan ante el lector de modo objetivo, sin intermediación omnisciente: la novela del siglo XX
avanzará un paso más en esta técnica desvinculándola del estilo indirecto y encontrando en el monólogo interior y en el flujo de conciencia las formas definitivas que solo fueron posibles por la generalización del estilo indirecto libre en la novela realista.
4. Autores y obras
· Francia: es el lugar de nacimiento del Realismo.
STENDHAL: es el pseudónimo de Henri-Marie Beyle y puede ser considerado el precedente o punto de partida del realismo. En sus obras es un observador penetrante y un analista que no halaga a nadie; se opone al arrebato de la fantasía y busca un estilo simple que dice aprender de la lectura diaria del Código civil. Desmenuza las intrincadas reacciones anímicas de Julián Sorel, protagonista de Rojo y Negro, y sus ambiciones para superar la pobreza de sus orígenes en el marco histórico de su tiempo. En La Cartuja de Parma narra las aventuras del joven italiano Fabricio del Dongo en el proceso de disolución del imperio napoleónico en Europa. Con Stendhal la novela psicológica y la reconstrucción de los hechos históricos en los que se desarrolla la trama alcanzan un reconocimiento general.
HONORÉ DE BALZAC: autor de una obra inmensa, creador de la novela francesa moderna, es el autor de La Comedia humana, un impresionante fresco compuesto de más de noventa novelas, en que se revela como un consumado creador de caracteres. Muchos de esos personajes persiguen el dinero, el poder y el ascenso social, y se dejan arrastrar por pasiones destructivas. Balzac persigue con esta obra escribir La Divina Comedia de su tiempo. Eugenia Grandet es un relato en el que la avaricia de un hombre, el señor Grandet, se ve compensada por la bondad de su hija Eugenia.
GUSTAVE FLAUBERT: con él el realismo llega a su cumbre. Es un autor minucioso, tanto en la documentación escrupulosa que necesita para ser fiel al realismo de personajes, ambientes y hechos, como en el estilo, pues considera que
la perfección artística radica en la perfección de la frase, lo que lo lleva a una escritura lenta y obsesiva, producto de un trabajo solitario que prefigura las nuevas ideas de fin de siglo a favor del arte por el arte. Flaubert propone la impersonalidad narrativa para superar la perspectiva omnisciente de la narración, y así dar autonomía al mundo narrado, verosimilitud y objetividad, lo que lo lleva a dar peso al estilo indirecto libre. Salambô es una excepción en el realismo pues una novela histórica sobre las guerra de Cartago contra Roma, en la que destaca la capacidad de su autor para reconstruir la vida en Cartago. Madame Bovary es indudablemente su gran novela, que desató un proceso judicial por inmoralidad: es la historia de una mujer gris, embebida de romanticismo, que intenta superar su mediocridad y su insatisfacción en el adulterio, lo que la conduce al suicidio. La regenta tiene indudablemente puntos en contacto con esta novela, pero también con otras novelas de adulterio. La educación sentimental viene a ser la versión masculina, y con elementos autobiográficos, de cómo los sueños de gloria se acaban convirtiendo en ilusiones perdidas; no solo el análisis psicológico, también es un gran logro la capacidad de su autor para reflejar los acontecimientos revolucionarios de 1848 en
París.
ÉMILE ZOLA: es el creador del naturalismo, del que destacamos dos obras, La taberna, y Germinal, en la que cuenta la historia de una huelga de mineros.
· Inglaterra:
El gran representante del realismo inglés es CHARLES DICKENS, que llegó a ser muy popular en su tiempo gracias a la novela por entregas. Con él la injusticia social, los bajos fondos londinenses o la vida sombría de las ciudades de la revolución industrial en la época victoriana son la materia de novelas tan conocidas como Oliver Twist, David Copperfield
o Tiempos difíciles.
· Estados Unidos:
MARK TWAIN fue un novelista de abundante obra, con fuerte componente humorístico y crítica social. Citamos sus
Aventuras de Tom Sawyer.
NATHANIEL HAUWTHORNE, autor de La letra escarlata, en la que la sociedad puritana condena a una mujer a llevar bordada la letra A en color rojo como marca de adúltera.
HERMAN MELVILLE, autor de Moby Dick, novela de una imperecedera fuerza épica en la que el capitán Ahab perisigue obsesivamente a la gran ballena blanca, símbolo del gran leviatán, hasta perecer
· España: Galdós y Clarín

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